lunes, 6 de mayo de 2013

Curiosidades

Como ya sabéis hay muchas cosas curiosas de cada momento de la historia y de cada palabra dentro de la literatura. Pero haciendo honor al nombre del blog ¡no todo es estudiar! Aquí os dejo un vídeo de la famosa serie de Televisión Española Isabel donde se reflejan algunas de las curiosidades de la época medieval:


lunes, 29 de abril de 2013

La Celestina

Fragmento (Acto VI)

Entra Celestina en casa de Calisto y cuenta lo sucedido con Melibea.
CALISTO: - Si no quieres que me desespere, dime si tu vista tuvo un buen final.
CELESTINA: - Todo su mal humor se convirtió en dulzura; su ira, en calma; su nerviosismo, en tranquiidad. Pues ¿a qué piensas que fue allí la vieja Celestina? Así que para que tú descanses te diré que todo acabó muy bien.
CALISTO: - Ya descansa mi corazón. Siéntate, señora, que de rodillas quiero escuchar tus respuestas ¿Qué razón diste para entrar en su casa?
CELESTINA: - Vender un poco de hilo; de esta forma, he cazado a más de treinta mujeres de su clase y algunas mayores. Escucha señor Calisto, y verás mi deseo y tu encargo cumplidos. Cuando estaba poniendo precio al hilo, se marchó la madre de Melibea y nos quedamos solas.
CALISTO: - ¡Oh, gozo sin igual! ¡Cómo me hubiera gustado estar debajo de tu manto escuchando sus palabras!
CELESTINA: - ¿Debajo de mi manto dices? Te hubiera visto por los treinta agujeros que tiene.
CALISTO: - ¿Qué hicisteis cuando os quedasteis a solas?
CELESTINA: - Le conté el motivo de mi vista. Le dije cómo sufrías por oír una palabra suya de amor. Cuando le dije tu nombre, no me dejó seguir hablando y me llamó hechicera, alcahueta, falsa y otros muchos insultos. Pero cuanto más se enfadaba yo más me alegraba, porque más cerca veía su derrota. Entonces le dije que tu pena era un dolor de muelas, que solo pedía una oración que ella sabe para esta enfermedad.
CALISTO: - ¡Oh maravillosa astucia! ¿Qué otra persona sería capaz de inventar otro remedio? ¡No hay mujer como esta!

Jorge Manrique



Coplas a la muerte de su padre.


Nuestras vidas son los ríos
que van a dar a la mar,
que es el morir;

allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales
allí los otros medianos
y más chicos;
i (allí) llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.






El vivir que es perdurable
no se gana con estados
mundanales,

 ni con vida deleitable,
en que moran los pecados
infernales;
mas los buenos religiosos
gánanlo con oraciones
y con lloros,
 los caballeros famosos
con trabajos y aflicciones
contra moros.

miércoles, 17 de abril de 2013

El Conde Lucanor

De lo que aconteció a un hombre que tomaba perdices.

Patronio – decía una vez el Conde Lucanor-, algunos hombres de mucha calidad y otros que no lo son tanto, causan daños a mi hacienda y a mi gente, y cuando están en mi presencia dan a entender que les pesa mucho, porque lo hicieron por necesidad y con gran pena de poder excusarlo. Y como yo querría saber qué conducta debo adoptar cuando me hiciesen tales cosas, le ruego que me diga lo que le parece de ello.
Entonces Patronio refirió lo sucedido con un hombre que había puesto una red para cazar perdices, y a medida que las sacaba, les iba dando muerte. Pero el viento soplaba con tanta fuerza, que se le metía en los ojos y le hacía llorar.
Una de las perdices que todavía estaba dentro de la red decía a las otras:

- Ved, amigas, lo que hace este hombre. A pesar de que nos mata, sabe que hace gran duelo por nosotras y por eso está llorando.
 
Pero otra perdiz, más astuta que ella, por lo cual no había caído en la red, le respondió:

- Amiga, mucho agradezco a Dios que me haya guardado, y le ruego que guarde también a todas mis amigas del que quiere matarme y hacerme daño, dándome a entender que le pesa mucho.
 
Así pues, aconseja Patronio al Conde, que se guarde de quien le causa enojo aunque dé a entender que le pesa mucho el hacerlo. Pero si el que hace daño es persona que realmente lo necesita y a quien, además, le debe algún servicio, su consejo es que no se dé por enterado del mal recibido, sino en el caso de que este se repita hasta el extremo de causarle un quebranto notable.

El Conde aceptó el consejo, y don Juan mandó ponerlo en este libro, añadiendo estos versos:


 
 Quien te haga mal mostrando gran pesar,
mira cómo te puedes de él guardar.