lunes, 29 de abril de 2013

La Celestina

Fragmento (Acto VI)

Entra Celestina en casa de Calisto y cuenta lo sucedido con Melibea.
CALISTO: - Si no quieres que me desespere, dime si tu vista tuvo un buen final.
CELESTINA: - Todo su mal humor se convirtió en dulzura; su ira, en calma; su nerviosismo, en tranquiidad. Pues ¿a qué piensas que fue allí la vieja Celestina? Así que para que tú descanses te diré que todo acabó muy bien.
CALISTO: - Ya descansa mi corazón. Siéntate, señora, que de rodillas quiero escuchar tus respuestas ¿Qué razón diste para entrar en su casa?
CELESTINA: - Vender un poco de hilo; de esta forma, he cazado a más de treinta mujeres de su clase y algunas mayores. Escucha señor Calisto, y verás mi deseo y tu encargo cumplidos. Cuando estaba poniendo precio al hilo, se marchó la madre de Melibea y nos quedamos solas.
CALISTO: - ¡Oh, gozo sin igual! ¡Cómo me hubiera gustado estar debajo de tu manto escuchando sus palabras!
CELESTINA: - ¿Debajo de mi manto dices? Te hubiera visto por los treinta agujeros que tiene.
CALISTO: - ¿Qué hicisteis cuando os quedasteis a solas?
CELESTINA: - Le conté el motivo de mi vista. Le dije cómo sufrías por oír una palabra suya de amor. Cuando le dije tu nombre, no me dejó seguir hablando y me llamó hechicera, alcahueta, falsa y otros muchos insultos. Pero cuanto más se enfadaba yo más me alegraba, porque más cerca veía su derrota. Entonces le dije que tu pena era un dolor de muelas, que solo pedía una oración que ella sabe para esta enfermedad.
CALISTO: - ¡Oh maravillosa astucia! ¿Qué otra persona sería capaz de inventar otro remedio? ¡No hay mujer como esta!

No hay comentarios:

Publicar un comentario