miércoles, 17 de abril de 2013

El Conde Lucanor

De lo que aconteció a un hombre que tomaba perdices.

Patronio – decía una vez el Conde Lucanor-, algunos hombres de mucha calidad y otros que no lo son tanto, causan daños a mi hacienda y a mi gente, y cuando están en mi presencia dan a entender que les pesa mucho, porque lo hicieron por necesidad y con gran pena de poder excusarlo. Y como yo querría saber qué conducta debo adoptar cuando me hiciesen tales cosas, le ruego que me diga lo que le parece de ello.
Entonces Patronio refirió lo sucedido con un hombre que había puesto una red para cazar perdices, y a medida que las sacaba, les iba dando muerte. Pero el viento soplaba con tanta fuerza, que se le metía en los ojos y le hacía llorar.
Una de las perdices que todavía estaba dentro de la red decía a las otras:

- Ved, amigas, lo que hace este hombre. A pesar de que nos mata, sabe que hace gran duelo por nosotras y por eso está llorando.
 
Pero otra perdiz, más astuta que ella, por lo cual no había caído en la red, le respondió:

- Amiga, mucho agradezco a Dios que me haya guardado, y le ruego que guarde también a todas mis amigas del que quiere matarme y hacerme daño, dándome a entender que le pesa mucho.
 
Así pues, aconseja Patronio al Conde, que se guarde de quien le causa enojo aunque dé a entender que le pesa mucho el hacerlo. Pero si el que hace daño es persona que realmente lo necesita y a quien, además, le debe algún servicio, su consejo es que no se dé por enterado del mal recibido, sino en el caso de que este se repita hasta el extremo de causarle un quebranto notable.

El Conde aceptó el consejo, y don Juan mandó ponerlo en este libro, añadiendo estos versos:


 
 Quien te haga mal mostrando gran pesar,
mira cómo te puedes de él guardar.

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