De lo que aconteció a un hombre que tomaba perdices.
Patronio
– decía una vez el Conde Lucanor-,
algunos hombres de mucha calidad y otros que no lo son tanto, causan
daños a mi hacienda y a mi gente, y cuando están en mi presencia
dan a entender que les pesa mucho, porque lo hicieron por necesidad y
con gran pena de poder excusarlo. Y como yo querría saber qué
conducta debo adoptar cuando me hiciesen tales cosas, le ruego que me
diga lo que le parece de ello.
Entonces
Patronio refirió lo sucedido con un hombre que había puesto una red
para cazar perdices, y a medida que las sacaba, les iba dando muerte.
Pero el viento soplaba con tanta fuerza, que se le metía en los ojos
y le hacía llorar.
Una de las
perdices que todavía estaba dentro de la red decía a las otras:
Pero
otra perdiz, más astuta que ella, por lo cual no había caído en la
red, le respondió:
Así
pues, aconseja Patronio al Conde, que se guarde de quien le causa
enojo aunque dé a entender que le pesa mucho el hacerlo. Pero
si el que hace daño es persona que realmente lo necesita y a quien,
además, le debe algún servicio, su consejo es que no se dé por
enterado del mal recibido, sino en el caso de que este se repita
hasta el extremo de causarle un quebranto notable.
El
Conde aceptó el consejo, y don Juan mandó ponerlo en este libro,
añadiendo estos versos:
Quien te haga mal mostrando gran pesar,
mira cómo te puedes de él guardar.
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