martes, 16 de abril de 2013

Milagros de Nuestra Señora (Gonzalo de Berceo)

El labrador avaro


Había en una tierra un hombre labrador
que usaba más la reja que no otra labor,
más amaba a la tierra que a su Creador,
y era de todas formas hombre revolvedor.
Quería, aunque era malo, mucho a Santa María,
oía sus sermones siempre los acogía.
La saludaba siempre diciendo cada día:
"Ave, llena de gracia que pariste al Mesías"
Murió el avaricioso de tierra bien cargado
y en soga de diablos fue pronto cautivado.
Lo arrastraban con cuerdas de coces bien sobado,
le cobraban al doble que el pan que había robado.
Doliéronse los ángeles de esta alma mezquina
porque se la llevaban los diablos en rapiña,
quisieron socorrerla tenerla por vecina,
mas, para hacer tal pasta, les faltaba la harina.
Entonces habló un ángel dijo: "Yo soy testigo,
es verdad, no mentira esto que yo os digo.
El cuerpo que llevaba esta alma consigo
fue de Santa María vasallo y amigo".
Luego que este nombre de la Santa Regina
escucharon los diablos huyeron por la esquina.
Se derramaron todos igual que una neblina,
dejando abandonada aquella alma mezquina.
La vieron los ángeles quedar desparramada,
las piernas y las manos con sogas bien atadas.
Parecía una oveja que yacía enzarzada;
fueron y la llevaron para la su majada.
Nombre tan milagroso y de virtudes tantas
que a los enemigos ahuyenta y espanta
no nos debe doler ni lengua ni garganta
que no digamos todos: "Salve Regina Santa". 


Milagros de Nuestra Señora (Gonzalo de Berceo) Adaptación

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